A Chau Gnechen,
supremo creador de todo lo que
existe.
Cada uno de nosotros
venimos de los campos, de las tierras al sur del Bío-Bío, venimos
de la cordillera, de la costa, del valle centra, en fín, de todas
las latitudes en que sopla el viento en nuestra tierra (meli mixaan mapu).
Salimos de nuestras actuales comunidades o reducciones
en busca de mejores horizontes para nosotros, para nuestros hijos, porque
la poca tierra que nos dejaron los winkas ya no nos permite seguir
desarrollándonos como un pueblo. Si bien es cierto que siempre estamos
mirando hacia el sur, hacia nuestros orígenes, muy pocos de los nuestros
volverán. Nuestra tierra ya no nos
pertenece.
Nosotros somos un pueblo
entre los pueblos (ka che mley mapumu ichiñ mapuche che ka fey).
Nosotros somos
mapuches urbanos. Hemos elegido vivir en la ciudad de Santiago. Somos
dignos descendientes de Pelantraru, de Lautaro, de Fresia y de otros hombres
y mujeres mapuches que lucharon a muerte por defender su libertad y su patria.
Somos descendientes de la raza que resistió a la dominación
española y que luchó por mantener sus ideales también
en contra de la dominación del Estado de Chile.
Debemos estar orgullosos
de haber resistido a la dominación española, sin embargo, debemos
admitir que fuimos derrotados por el Estado de Chile, pero no hemos sido
vencidos. En nosotros la sangre mapuche vive y duerme, y nos corresponde
a nosotros hacer despertar el newen de nuestros ancestros (kuifi), para que
nuestra sangre despierte en nosotros, en nuestros hijos y en los hijos de
nuestros hijos y se haga cada vez más fuerte y más noble.
En Santiago, nos hemos
convertido en un pueblo nómade, sin tierra... Sin embargo, creemos
en la necesidad de rescatar la sabiduría y la cultura de nuestros
antepasados. A Santiago hemos venido a luchar con las propias armas del winka,
hemos venido a disputar sus trabajos, hemos venido a aprender su conocimiento,
hemos venido a conquistar un futuro mejor para nuestros hijos. Aprendamos
del winka, el conocimiento nos hará poderosos. Sólo con el
conocimiento romperemos la segregación racial solapada de que somos
objeto, sin olvidar jamás que somos mapuches.
Sin embargo, cuando
digo que el conocimiento nos hará poderosos, no dejo afuera aquel
conocimiento que descubrieron y acumularon nuestros antepasados, en todos
los campos del saber. Este conocimiento debe recogerse, escribirse y traspasarse
para la grandeza de nuestro pueblo (otros pueblos en el mundo escribieron
sus tradiciones en piedra, para que el tiempo no las borre ni sus hijos la
olviden y ellas duran hasta hoy día). Escribamos este conocimiento
ahora, cuando todavía existen ancianos mapuches que nos pueden entregar
la tradición oral. Mañana puede ser muy tarde.
También debemos
reconocer el hecho de que algunos de nosotros hemos tomado esposas/esposos
winkas y nuestros hijos son champurria, sim embargo, la sangre de nuestros
hijos y de los hijos de nuestros hijos también es y será mapuche
y velaremos porque ellos sepan sobre sus ancestros y se sientan orgullosos
de ser mapuches.
Al igual que nuestros
antepasados que soñaron con ir a luchar a la propia España,
en contra de la corona española, nosotros debemos sonar con conquistar
el mundo, para escribir nuestros nombres en las páginas de la Historia
Universal.
Las tradiciones se
deben rescatar porque ellas son útiles para seguir creciendo y
desarrollándonos como individuos y como pueblo. Las tradiciones
transportan mucho del conocimiento de nuestros antepasados.
Está claro que
hay una lucha por delante y hay triunfos que alcanzar, pero
la mayor victoria
que puede alcanzar un hombre es la de vigilarse y vencerse a sí mismo,
o lo que es lo mismo, de superarse a sí
mismo.
También queda
claro que, no son las armas antiguas las que nos darán la victoria.
En este tiempo, sólo es posible conquistar con las armas del conocimiento
y la conciencia.
Somos pueblo entre
los pueblos. Para no desaparecer como otros pueblos aborígenes, que
fueron exterminados moral y físicamente, debemos conservar nuestra
identidad mapuche luchando por seguir
teniendo:
·
Una
religión.
·
Un
idioma.
·
Una
sangre.
Todo sueño
es una realidad que tarde o temprano se materializa. Todo lo que existe,
está aquí sólo por el hecho de que alguien lo
soñó.
La religión
de nuestros antepasados es una religión viva, llena de fuerza y
esperanzas, de continua lucha a favor del bien y en rechazo de las fuerzas
dominadoras y destructoras que llamaremos mal. Nuestros antepasados no
necesitaban tener intermediarios para elevar una plegaria a Chao Gnechen
y a los otros espíritus del bien. Era cada uno de los jefes de familia
quiénes oficiaban y ofrendaban a Chao Gnechen por la buena caza, por
la buena cosecha, por la buena crianza, por la salud, etc.
Después del
Libro de la Tradición Antigua, los ancianos y machis crearán
el Libro de
la Nueva
Tradición,
que contendrá las adaptaciones necesarias de las ceremonias antiguas
a nuestro actual estado de vida en la ciudad, pero guardando el contenido
esencial. Debemos hacer de cada mapuche de nuestro pueblo, un
giñatufe.
Hoy día, muchos
de nuestros peñi y lamien
han perdido el mapuchedungun. Es necesario enseñarlo a nuestros peñi
y pichipeñi que nacieron en la ciudad o que olvidaron cómo
se hablaba.
En
el inicio y en el término de todas las ceremonias, el menor de los
adultos y el mayor de los adultos debe hacer una plegaria corta a Chao Gnechen,
pidiendo por el buen desarrollo de la misma y su buen
término.
Estas plegarias, en
lo posible podrán ser en mapuchedungun y en
castellano.
En nuestras organizaciones, serán cosiderados mapuches:
·
Todo aquel que
lleve un apellido mapuche, ya sea por parte de madre o por parte de
padre.
·
Todo
aquel que pueda demostrar que
tiene un ancestro mapuche, por parte de madre, y que declare ante la
organización que es mapuche y que se siente mapuche, y que se adhiere
a la causa de nuestro pueblo.
·
Todo aquel que
la organización le dispense el honor de ser considerado como
mapuche.
En las ciudades, los mapuches nos encontramos dispersos
y algunos están deprimidos, perdidos y abrumados por las duras condiciones
de vida.
Vayamos a los colegios de las comunas en donde están
los hijos de nuestro pueblo. Invitemos a ellos y a sus padres a incorporarse
a nuestras organizaciones. Hagamos de cada mapuche urbano un militante de
nuestro pueblo, un hombre culto, un hombre sabio, un
giñatufe.